¿Cómo está definiendo Uruguay las tendencias mundiales de la inversión en energía?

En 2014, la Federación Mundial de Vida Silvestre (WWF, por sus siglas en inglés) elogió al diminuto país sudamericano de Uruguay como “definidor de las tendencias globales en la inversión en energía renovable”. Desde entonces, ha recibido elogios de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe y del Banco Mundial, y ha sido presentado como un ejemplo brillante para otras naciones durante las recientes conversaciones sobre cambio climático de la COP21 en París. Por qué?

Pues bien, en los últimos siete años, Uruguay ha revolucionado sus métodos de generación de energía, reduciendo drásticamente sus emisiones de carbono sin la ayuda de subsidios gubernamentales o el aumento de los costos para el hombre de la calle. Además, se ha concentrado en el desarrollo de diferentes formas de tecnología renovable, lo que le ha permitido contar con el 94,5% de su generación de energía a partir de fuentes renovables sin depender excesivamente de una sola fuente.

Un cambio dramático

En el cambio de milenio, la situación ambiental de Uruguay era muy diferente. En 2000, dependía del petróleo para satisfacer gran parte de sus necesidades energéticas, y la sustancia representaba el 27% de sus importaciones totales. Los préstamos de electricidad de la Argentina para aliviar los frecuentes cortes de electricidad eran habituales, y se estaba instalando un nuevo gasoducto para traer el gas de su vecino más grande.

Con 15 años de existencia, Uruguay se ha convertido en una de las ciudades más verdes del mundo. En los últimos cinco años, la inversión en energía (en gran parte en energías renovables) ha alcanzado un máximo de 7.000 millones de dólares, el triple de la cantidad recomendada por algunos expertos en cambio climático. Esto ha permitido una rápida expansión de sus campos de turbinas eólicas, así como un aumento de la inversión en las industrias solar y de biomasa.

Añádalos a la ya extensa red hidroeléctrica existente y eso explica en parte por qué Uruguay recibe ahora la gran mayoría de su energía de fuentes renovables. Teniendo en cuenta el combustible utilizado en el transporte para las necesidades energéticas totales del país, la contribución de las energías renovables se reduce al 55%, pero sigue siendo significativamente superior a la media mundial de sólo el 12%. De manera reveladora, Uruguay exportó un tercio de su generación de energía a Argentina el año pasado, en lugar de depender de las importaciones de ese país como en el pasado.

Cómo poner un ejemplo

Sorprendentemente, Uruguay ha logrado esta hazaña sin ningún tipo de contribución de la energía nuclear, ni de la inversión en “nuevas tecnologías” que muchos otros políticos y expertos han proclamado como la verdadera solución al cambio climático.

La diversidad de la combinación energética también significa que Uruguay es relativamente inmune a los cambios ambientales. Mientras que otros países de tamaño similar (Islandia, Lesotho, Paraguay) han logrado éxitos similares con sus energías renovables, en su mayoría dependen de un solo sector. No es así con Uruguay.

La investigación sobre el valor de los materiales de desecho como combustible en forma de biomasa ha sido importante para complementar las centrales hidroeléctricas que ya existían, y la afluencia de turbinas eólicas y paneles solares a los países ofrece diferentes vías de generación de energía. Armado con estas tecnologías, Uruguay se acercó a las negociaciones climáticas de la COP21 con el objetivo increíblemente ambicioso de reducir las emisiones en un 88% para 2017 con respecto a los promedios del año 2009-13.

Alentadoramente, el jefe de la política nacional de cambio climático, Ramón Méndez, cree que otros países pueden hacer lo mismo. “Lo que hemos aprendido es que las energías renovables son sólo un negocio financiero”, explicó. “Los costos de construcción y mantenimiento son bajos, por lo que siempre y cuando se ofrezca a los inversores un entorno seguro, es muy atractivo.”

Esperamos que el éxito de Uruguay haga que la industria de las energías renovables parezca más atractiva también para otras naciones.

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